miércoles, 3 de noviembre de 2010

Obama baja, Zapatero calla

El mapa de Estados Unidos se tiñe de rojo, color de los republicanos (Nota al margen, ¿no es llamativo que el azul sea el de los demócratas –progres- y el rojo el de los republicanos –conservadores-?). Dos años han bastado para que los estadounidenses se aburran del “efecto Obama”, que de poco ha servido para atajar una crisis que hizo mal momento para hablar de aumentar el gasto público aunque fuera para dar cobertura sanitaria a los ciudadanos.

Si estuviera en el gobierno Bush y se hubiera pegado el batacazo que ahora se ha dado el amigo Obama, los titulares estarían hablando del patinazo de la bestia negra. Ahora no se puede decir semejante cosa porque alguien sacaría punta al color del bicho y porque además Obama es el bueno, el simpático, el que quiere acabar con las guerras (aunque siga metido hasta las cejas en ellas), los bancos y que reine el flower-power.

En clave interna, sus ciudadanos no perdonan a los demócratas que el paro esté campando a sus anchas, y eso que tienen menos de la mitad del que sufrimos en España. En enero estuve en Estados Unidos (oigh, el toque cosmopolita que le acabo de dar al blog) y hablando con una voluntaria de la zona cero, la de las torres gemelas, la buena mujer puso pingando a su Presidente. Cuando le dije las cifras de paro de aquí abrió tanto los ojos que pensaba que estaba en Roswell y no en Nueva York. Le sorprendía que no hubiéramos tomado por la fuerza nuestra Casa Blanca (era americana, no pretenderán que conociera la Moncloa, ¿no?).

En cuanto a la política internacional de Obama, que le podría haber compensado un poquillo, parece que tampoco acaba de cuajar la visión rosa del mundo. Lamentablemente nuestro planeta es un sitio duro y desapacible. No queremos verlo, sentados en los mullidos sillones de nuestras cómodas casas occidentales. Es muy sencillo hablar de política internacional como quien decide el color de la pintura de la escalera en la reunión de vecinos, pero que mientras a éstos los conocemos (más o menos, al menos) de lo otro tenemos referencias más o menos subjetivas. Yo no he estado en Irak (a tomar por saco el efecto cosmopolita de antes), y probablemente casi ninguna de las personas que se manifestaron contra la guerra fueron allí a ver cómo Saddam mataba kurdos y preparaba la invasión de sus vecinos. Tampoco he estado en Afganistán, ese país que sí está guay invadir porque los malvados talibanes se cargaban budas de piedra y escondían a Bin Laden, el famoso terrorista popularizado por una frase de Belén Esteban y por alguna cosilla más (ah, sí, lo de las torres gemelas).

Hijas_Zapatero En casa, es decir España, el tema también tiene sus repercusiones. El PSOE ha intentado identificar a Obama con ZP cuando las cosas le iban bien al americano. Es curioso, porque en su día más izquierdoso Obama deja al PP muy atrás en conservadurismo, así que la comparación es poco correcta en términos políticos. Zapatero ha intentado aprovechar la buena imagen que en su día tenía Obama para apuntarse al carro del nuevo emperador del mundo, pero ahora no se le ve en el telediario diciendo que “hemos perdido” las elecciones legislativas de Estados Unidos.

No descarto que el gafe de Zapatero haya provocado la caída de los demócratas en Estados Unidos. El bueno de nuestro Presidente tiene una mala pata legendaria y cada vez que apoya a un candidato extranjero gana el otro. Se rumorea que incluso el Papa está temblando desde que Zapatero fue a visitarlo al Vaticano y se inclinó ante él con una sonrisa de oreja a oreja. Es normal, es un señor ya mayor y la forma de cambiar de jefe en el mini-estado es por la desaparición biológica del predecesor. Yo tendría miedo.

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