lunes, 10 de octubre de 2011

Pulpo y abucheos

El señor José Blanco, Ministro de Fomento acusado por Jorge Dorribo de haber cobrado comisiones ilegales, vino ayer con unos amigos a comer el pulpo a las casetas. Los amigos eran Alfredo Pérez Rubalcaba, José López Orozco, Pachi Vázquez y otros. Todos recibieron abucheos al llegar a la caseta de rigor.

Blanco y Rubalcaba abucheados Se pueden tener en cuenta varias cosas para analizar este tema: la primera es que los abucheos aparentemente fueron espontáneos. Quiero decir que si fuera al salir de la pulpada sería más sospechoso, ya que daría tiempo a que otras fuerzas políticas convocaran a los suyos para abochornar a los socialistas mientras éstos se hinchaban de pulpo, pero no fue así. En cuanto aparecieron por la puerta los pusieron pingando a grito de “fuera, fuera, fuera”. De todas formas, tampoco es una táctica que suelan usar partidos políticos que no lleven una rosa, una estrella o una hoz entre sus símbolos.

La segunda es que, si somos sinceros, no sabemos por qué los abuchearon. ¿Será por las acusaciones vertidas por Dorribo a Blanco? ¿Será por las propuestas de Rubalcaba contradiciendo todo cuanto hizo desde el Gobierno cuando tuvo oportunidad? ¿Serían algunos parados que achacan su situación, al menos en parte, al mal hacer del Ejecutivo del que Rubalcaba formaba parte y del que Blanco aún es miembro? ¿Quizás los vecinos de Lugo que querían mostrar su rechazo a las Torres de Orozco en el parque? ¿O los socialistas gallegos contra Pachi por los líos que tienen con las listas? ¿Serán los del “No a la guerra” protestando por el apoyo militar al conflicto de Libia? Quién sabe, con tantos frentes abiertos cualquiera puede ser la razón, aunque casi podemos descartar a este último colectivo, que está muy contento gastando sus subvenciones en películas más o menos intragables.

El 12 de octubre de 2010, el Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, recibió abucheos en el día de las fuerzas armadas, en pleno acto de homenaje a los soldados fallecidos en acciones militares. Aquel día escribí un breve artículo en que me oponía frontalmente a una cosa semejante en un acto como aquel. Esto es diferente. Aquí estamos hablando de un baño de masas que tiene el peligro de que las masas estén picadas y pase lo que pasó, que reaccionen muy malamente.

El contraste es claro: el domingo pasado el PP organizó su pulpada, con unos 2.500 afiliados y simpatizantes, y cada uno se pagó su cubierto. Y no me digan que es porque estamos en campaña, porque siempre fue de pago (aunque, dicho sea de paso, últimamente siempre estamos en campaña). Por supuesto no hubo pitadas, sólo aplausos y “tequieros”. Eso sí, no te sacan titulares en los periódicos nacionales, pero en política lo de que hablen de ti aunque sea mal no suele funcionar demasiado.

Es curioso el error de cálculo de Rubalcaba, perro viejo en estas cosas, de meterse en una caseta sin tener la previsión de reservar las mesas vecinas para llenarlas de los suyos, de forma que le tiren flores y besos. Ya sé, ya sé, es más natural, más guay y más del pueblo hacer lo que hizo, pero así le salió la jugada. No envidio tampoco el papelón de Blanco, abucheado en su propia tierra (bueno, técnicamente es de Palas, donde nunca ha ganado unas elecciones ni siquiera en la mesa electoral de su familia) delante de su jefe, ni el de Orozco, que con el carácter que tiene probablemente esté con un cabreo monumental porque “sus” ciudadanos se hayan portado así con el jefazo.

Es raro, insisto, que no llenaran la caseta con socialistas invitados a la paparota para evitar, a pocas semanas de las elecciones generales, hacer el ridículo de esa manera. Otro sistema alternativo a la invitación sería que los simpatizantes pagaran cada uno lo suyo, como los del PP, pero probablemente así no llenarían, porque el PSOE tiene por costumbre invitar a comer, y claro, de golpe pedir que paguen como que no suele gustar.

En fin, es lo que hay. ¿No querían democracia y contacto con el pueblo? Pues toma “contato”, que diría Blanco. Rubalcaba se va con una pobre impresión, no de Lugo, sino de su imagen y la de sus colegas de partido en Lugo. Quienes más colorados se debieron poner fueron Orozco y el Ministro. Y que a mi no me dan pena ni nada... Será que soy malo.

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