lunes, 27 de agosto de 2012

La novia cadáver




Salió ayer en el ABC y me extraña que no hayan dedicado unos minutos de telediario (al menos yo no lo he visto) a la noticia de que una novia murió en la sesión de fotos de su boda. Viendo que se ponen en la parrilla de las noticias cosas como la tortilla más grande del noroeste de Tarragona o la excursión de una jubilada en motocicleta desde su casa al Carrefour, no me digan que es que es algo de poco interés, que de eso estamos servidos.

La cuestión es que la buena chica quería hacerse unas fotos nadando con el vestido y cuando éste se empapó de agua se la llevó al fondo y se ahogó ante la presunta impotencia del fotógrafo. En Piratas del Caribe sale una escena igualita, sólo que el Capitán Jack Sparrow salta y salva a la chica, que si no la película sería tremendamente corta.

Me deja atontado esta manía que tiene ahora todo el mundo por ser original. Parece que no se dan cuenta de que cuando se hacen las mismas cosas que los que “molan” no es originalidad, sino imitación machacona. Cualquier escaparate de tienda de fotos más o menos hortera te pone fotos de los novios paseando junto al mar, metiéndose en el agua con los trajes de la boda o haciéndose arrumacos bajo un puente con flores. Es tan manido que hasta las “originalidades” están muy vistas. Lo que no entiendo es qué tiene eso de malo.

A la humanidad nos encanta lo novedoso, lo diferente. Hacer la foto de familia frente al altar (en las bodas por la Iglesia, que ante el juez quedan raras) o paseando por el parque más próximo ya no es suficiente. Hay que rizar el rizo, y eso trae como consecuencia cosas como una novia cadáver (película de Tim Burton que les recomiendo, aunque no es de las mejores que ha hecho).

Este año me invitaron a una boda. No destacó por su originalidad, pero ha sido la boda más elegante a la que he ido nunca: no se trata de salir con un cuerno helicoidal porque nadie lo haya hecho antes. Todo estaba previsto hasta el más mínimo detalle, con un gusto impecable. La novia, tras la ceremonia, seguía con el vestido seco.

La otra boda que siempre pongo de ejemplo y que no tuvo nada que ver con la anterior fue la de mi hermana. Sencilla, éramos 25 personas más o menos, y fue muy familiar porque sólo íbamos hermanos, padres y abuelos de los protagonistas y seis amigos contados. Fue durante un fin de semana que no olvidaremos nunca los que estuvimos allí. Será porque fue la de mi hermana pero tengo el recuerdo de la boda perfecta (la sangre tira, sí).

Cada boda es un mundo, y creo que lo normal es que sea reflejo de la personalidad y gustos de los que se van a casar, es lo suyo. De los dos ejemplos que he puesto no sabría decirles si una es “mejor” o “peor” que otra. Es una cuestión de preferencias y no tiene nada que ver, lo importante es que cada una, en su estilo, estaba hecha con cariño.

Lo importante no es ser original, sino hacer una boda que te guste. Evidentemente hay cosas que se van a repetir, y por ejemplo ahora se suele poner un vídeo en las bodas con fotos de los novios, mensajes de familiares, bromas y cosas así. Me parece buena idea y no creo que la repetición de una buena idea le quite mérito. Puedes casarte de blanco ibicenco en una playa y ser elegante (sí, es posible) y hacerlo en una iglesia románica y ser hortera. Todas las combinaciones son posibles.

 
Eso sí, me van a perdonar la osadía, pero no puedo tocar este tema sin dedicar un par de párrafos al tema de la cuenta bancaria. La lista de bodas fue un invento que ayudó a racionalizar los regalos de las bodas, y evita que te juntaras con 5 marcos de plata que te horrorizaban mientras nadie te regalaba el juego de sartenes que te venía de maravilla y que encima era más barato pero que te tienes que comprar tú. Vale que nadie quiere regalar un juego de sartenes, sino algo que “quede de recuerdo”, pero este mundo cada vez es más práctico. La lista de bodas resuelve muchísimos más problemas de los que crea, y es algo razonable, de ahí su éxito.  

Lo que no acabo de ver es lo de mandar el número de cuenta con la invitación. Dan ganas de llamar y preguntar a cuánto sale el cubierto. Otra cosa es que a un familiar o algo así te prefiera dar dinero porque no sabe muy bien qué regalarte o haya la confianza suficiente para decirte que te compres tú lo que quieras, o que sepa que no estás muy boyante y quiera echarte una mano, pero no creo que deba salir de los novios. Es como vender entradas para la boda, se me hace raro. Ya sé que es práctico. Ya sé que es moderno. Ya sé que es capitalista. Pero a mi no me gusta, qué quieren que les diga. A lo mejor cuando organice mi boda cambio de idea, pero en principio me parece de mal gusto.

En fin, los que sean religiosos que recen algo por la pobre novia cadáver, porque ha sido una “fashion victim” literalmente hablando. Espero que no se ponga de moda la tontería esa de casarse tirándose de un avión o bajo el agua, que la gente está muy mal de la cabeza. Yo por si acaso tendré mucho cuidado antes de aceptar una invitación, que me veo haciendo un cursillo para no matarme al aterrizar.

1 comentario:

  1. Pues si, lo de la c/c parece mas una venta de menús que otra cosa; al final, las bodas terminan por convertirse en una especie de impuesto revolucionario para los invitados. Yo, cuando invito a alguien, lo hago sin exigir nada a cambio (por eso es una IN-VI-TA-CIÓN). De lo contrario te diría; Mira, te invito a mi boda/cumpleaños/aniversario, iremos 200 y pagaremos a pachas.
    ¿y que me dices de la paletada de hacer añicos la corbata del novio y dedicarse a la venta ambulante de retales por el comedor? Ahora creo que también se lleva trocear alguna prenda íntima de la novia para ampliar la oferta textil, no sé si la cosa va con derecho a tufillo a Eau D'Bra o Undies Savage Parfum.

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