jueves, 15 de noviembre de 2012

En defensa de los sindicatos

No es irónico, el título es en serio. Lo digo ya de entrada porque como ya nos vamos conociendo seguro que más de uno pensó que iba a ir en plan irónico, o directamente a pitorrearme de las organizaciones sindicales. Pues no. 

Ayer miles de gallegos salieron a las calles tras la llamada a las armas de los Sindicatos. Las manifestaciones fueron numerosas (hubo en todas las ciudades, y en villas grandes, medianas y pequeñas) y concurridas. Es innegable que hay mucha gente cabreada. Muchísima. Lo gracioso es que quienes piden que se reconozca la validez de la protesta de, pongamos 100.000 personas, intentan minimizar o deslegitimar unas elecciones porque hay baja participación. 

También es innegable que en Galicia, que es donde yo vivo, hace menos de un mes que la gente eligió un gobierno del PP, no sólo manteniendo su mayoría absoluta, sino incrementándola. Jugar a interpretar las mayorías es peligrosísimo, pero veo que todos lo hacen así que yo también voy a darle una pincelada. 

Nos dicen los adivinos de las voluntades, esos que “saben lo que piensa la mayoría de la gente que se quedó en casa”, que el 21 de octubre en Galicia fueron a votar todos los del PP, y que la gente de izquierdas, que por lo visto es muy crítica con sus líderes, se quedó viendo el Sálvame Deluxe. Eso explica, para estos gurús - nada parciales, líbreme Dios – la arrolladora mayoría absoluta de Alberto Núñez Feijóo, que se contradice con su mantra de que todo el mundo está contra las reformas del PP. Por esa regla de tres yo también puedo decir que los millones de españoles que no salieron a la calle es porque están contra lo que se pedía en las manifas, tal y como dijo Rajoy hace unos meses y la que le cayó. 

Personalmente yo creo que la victoria aplastante del PP en Galicia no es un apoyo a las reformas de Madrid, sino una mezcla entre el mérito de Feijóo, que supo como nadie vender prudencia y buen hacer, y de demérito de sus contrincantes, que dieron una imagen de lupanar (forma fina de decir “casa de putas”, para los poco leídos) como pocas veces se ha visto en un partido político. Eso explica la compatibilidad del voto mayoritario al PP con las grandes manifestaciones de ayer. 

Esta explicación no gusta demasiado al ala siniestra del panorama político (siniestra por izquierda, no sean malpensados, era por no repetirme que queda feo) así que lo que te cuentan es que el PP perdió muchos votos, lo cual es cierto pero poco relevante si no añades que más perdieron los demás. Insisto, usando esa lógica mucha gente salió ayer a la calle pero muchísima más se quedó en casa, así que las manifas no representan a nadie. 

Por ahora poca defensa de los sindicatos han leído ustedes. Eso toca ahora. Verán, en algunas ocasiones he escrito en este blog que me parece mal que se critique “la política” o “los políticos”. Lo que hay que criticar es la mala política y a los malos políticos, lo que no es lo mismo ni de lejos. Lo mismo pasa con los sindicatos. 

Yo creo firmemente en los sindicatos. De hecho creo que debería ser obligatorio sindicarse. Como lo leen. Hay mucha gente que no se afilia a un sindicato porque “está mal visto” por su empresa o su jefe. Si existiera la obligación de sindicarse habría dos efecto: el primero es que nadie podría ser prejuzgado por estar sindicado, y el segundo que los sindicatos sí podrían ser la voz de los trabajadores. Ahora son de los que están en su chiringuito. Evidentemente, que te obliguen a sindicarte no quiere decir que tengas que hacerlo a uno u otro, sino que surgirían sindicatos como setas y, ahí sí, se darían de bofetadas para ser representativos de los trabajadores para no perder afiliados. 

Por otra parte, al igual que haría con los partidos políticos, vedaría el acceso de estas organizaciones a cualquier ayuda pública, para evitar el evidente compadreo que hay entre determinados sindicatos y sus partidos matrices. Todos sabemos que hay equiparaciones entre tal sindicato y cual partido, que piden el voto directamente para “su” partido, y que cuando esa agrupación gana las elecciones tiran de los cargos del sindicato para cubrir puestos. El paralelismo CIG=BNG, CCOO (leído si quieren cé, cé, o, o)=Izquierda Unida y UGT=PSOE es por todos conocidos, no creo que descubra yo ahora la pólvora. 

Pues eso se acabó: si no hay pasta pública, no hay compadreo. Si hay ley de incompatibilidades que impida a un sindicalista ejercer como tal al salir de un cargo público contra el que presuntamente peleaba, no hay dependencia… 

Soy poco amigo de las subvenciones en general, pero menos aún de estas. Todo aquello que suponga ”comprar” desde el Estado a las organizaciones que se supone que están para luchar contra el abuso de poder de ese mismo Estado es, además de incongruente, ilegítimo (que no ilegal en este momento) desde mi punto de vista. 

No hay defensor más firme de los sindicatos que yo, pero no de estos sindicatos.

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