jueves, 26 de septiembre de 2013

La Tarjeta Sanitaria Nacional

Es difícil, dificilísimo, emprender el camino del sentido común cuando llevamos tantos años de casa de locos (por no poner una expresión mucho más gráfica aunque menos elegante). Si no se hace, malo, y si se hace, casi peor.

El Gobierno de la Nación, es decir España (eso dice la Constitución), ha emprendido, con la aprobación de la Tarjeta Sanitaria Nacional, una senda necesaria pero que, además de dura, se revelará como acusadora de los desmanes y absurdos que se han dado durante las últimas décadas en nuestro país. Y lo pagarán caro, porque aquí no nos gusta que nos recuerden lo memos que hemos sido.

El niño del cuento “el traje nuevo del emperador” se reía del mandamás diciéndole que estaba desnudo, y a continuación todo el pueblo se ponía de su lado y el coronado corría a palacio a esconder sus vergüenzas. Es obvio que Andersen era danés, porque si fuera español al niño le harían callar sus padres para no llamar la atención sobre lo que todos veían pero no se podía mencionar y, de no conseguirlo, los vecinos lo echarían del pueblo a patadas. Lo que viene siendo la idiosincrasia española.

17 comunidades autónomas, 17 tarjetas sanitarias, 17 sistemas informáticos diferentes, 17 empresas de amiguetes (supongo) beneficiadas de los jugosos contratos que pagan cifras multimillonarias por trabajos que a una empresa le costarían una fracción de ese dinero. El Corte Inglés, por ejemplo, usa los mismos terminales en todas las tiendas de España, e incluso en los “oulet” son las mismas cajas que te sacan los cuartos en la sección de joyería. Es más barato, más sencillo y más lógico.

Pero El Corte Inglés no tiene que luchar con 17 reinos de taifas que quieren que el pastel engorde para que su porción sea mayor. Un sistema informático central a nivel nacional obviamente sería mucho, muchísimo más barato que 17 “sistemitas”, pero claro, sólo uno se llevaría el gato al agua y eso no gusta.

Lo más grande es que los sistemas son incompatibles entre sí, ya que cada uno lo ha desarrollado como le ha salido de los mismísimos y por ello si uno es gallego y quiere que le receten en Badalona el sistema casi revienta. Cosas de la identidad nacional.


Todas las comunidades, al menos de boquilla, están de acuerdo con la tarjeta única, o al menos eso dijeron en una reunión de 2012 en que, al menos con las cámaras y micrófonos delante, no podían seguir defendiendo la imbecilidad anterior. También influye que el gasto ya estaba hecho y los (supongo) suculentos dividendos repartidos. Esto es otra ocasión de gastar más pasta para “adaptar” el sistema a un criterio de compatibilidad. Más contratos, más dinero para presupuestar, gastar y, quizás, trincar. 

Que el Estado tenga un programa informático único y que todas las comunidades lo usen es más difícil que inventar el teletransporte. No sea que nos metan un virus. Mejor gastarse otra burrada de dinero en coordinar lo que nunca debió de estar descoordinado.

Resumiendo: un gran acierto del Gobierno que esperemos que no le torpedeen, porque no hay ningún argumento para ello. La única crítica: que no lo hagan con más cosas. Quizás esto sea un experimento, pero cuando algo está tan claro a lo mejor es cuestión de tener arrestos (no me digan que hoy no estoy fino, al menos para ser yo) para hacerlo con tantas y tantas cosas...

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