miércoles, 4 de junio de 2014

¿Y ahora qué hacemos con Juan Carlos? Nombrarlo Conde de Barcelona

El Rey tiene tan poco poder en este país que ni siquiera puede abdicar por las buenas. Eso es positivo, ya que como comentábamos ayer su figura es meramente decorativa y el poder real que acumula es prácticamente nulo. Por eso todos los actos que haga como Rey han de ser refrendados por las Cortes, que son las que mandan. 

Para que lo entendamos el tema es como un menor de edad. Se le da la paga (en este caso abultada, hay que decirlo) y se le permite que la gaste como quiera, pero sin pasarse. Está tutelado en todo cuanto hace y dice, e incluso su firma tiene un valor relativo porque si no está refrendada por las autoridades competentes no vale absolutamente de nada. 

Se está poniendo en tela de juicio la premura con que se va a tramitar todo el asunto. Si la decisión viene de atrás y tanto Rajoy como Rubalcaba sabían lo que iba a pasar, ¿a qué tanta prisa? ¿Por qué el procedimiento de urgencia? Bueno, en mi opinión tiene lógica. Este tipo de cosas se hacen en caliente, y una vez tomada la decisión es mejor no esperar meses a hacerla ejecutiva. El típico ejemplo de la tirita es el adecuado: un tirón mejor que estar media hora arrancándola. 

Jarrones chinos saludándose
Lo que más me interesa ahora, que no es que me inquiete o me preocupe pero sí despierta mi curiosidad, es en qué situación queda el Rey. Este sí que es un jarrón chino de los grandes. En 37 años de Constitución se han molestado en aprobar unas cuantas normas sobre la Casa Real, pero no un Estatuto de la Corona que regule al detalle todas las situaciones. Esto no tendría por qué ser grave, y en países como Gran Bretaña, que llevan trasegando coronas muchos años, no tienen ni Constitución siquiera y les va de fábula. 

Pero en España tenemos una fiebre normativa (aunque sea para luego no cumplir nada) de la que ha escapado la Casa Real por ahora, y tiene un problema en esta ocasión, que el actual Rey queda descolocado y no se sabe muy bien qué va a ser de él. 

Obviamente pierde su inmunidad y pasa a ser un ciudadano “normal”. Si alguno está pensando que entonces se le puede juzgar por lo de Urdangarín y lo que media España sospecha (que taparon todo el asunto conscientemente) se equivoca, ya que lo que haya hecho mientras tenía la corona puesta está protegido por su “inviolabilidad”, lo que francamente me parece un disparate, pero es así. 

Moneda del Condado de Barcelona
Supongo que pierde todos los títulos que ostenta como Rey, pero, si es la mitad de sentimental que parece, mantendrá uno heredado de su padre y que aunque está asociado a la Corona tendría lógica que fuera “cedido” por el nuevo Felipe VI: el Condado de Barcelona. La idea sería que ese título quede para hacer la misma función que el Principado de Asturias, ser una suerte de “título comodín” que se use en un caso para el heredero de la Corona y en otro para el Rey saliente. Eso encajaría con una monarquía un poco más moderna que las que exigían que el Rey muriese con el cetro puesto. 

Si el Papa Benedicto XVI dejó el trono con gran acierto, para no pasar por el calvario que vivió su antecesor a ojos vista ante el planeta entero, más lógica tiene que el Rey haga lo mismo. Salvo personas con una salud de hierro y una personalidad no menos resistente como Isabel II de Inglaterra, parece que lo lógico es que llegado un momento se deje paso a la siguiente generación sin que la biología tenga que hacer su función más dura. 

Si acierto tendremos nuevo Conde de Barcelona. Pues no es mal plan. Bueno, a Artur Más quizás no le haga excesiva gracia.

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