lunes, 5 de enero de 2015

Si yo fuera Melchor

Si yo fuera Melchor probablemente estaría muy ocupado hoy leyendo cartas y repartiendo regalos, pero imagino que más que por mago que por rey tendría tiempo para pararme a leer alguna con más calma.

Y me pararía a ver las de quienes piden algo para los demás y no para sí mismos. Las que hablan de lo que desean para sus vecinos, sus familias... Las de quienes piden ganar unas elecciones no por un cargo sino por la sana ambición de mejorar las cosas en su entorno.

Este año es un año diferente, especial, electoral. Un año que puede hacer que las cosas vayan cambiando en muchos sentidos, porque a pesar de que quienes se dedican a la cosa política suelen querer picar más alto y acumular más poder, estoy convencido de que no hay nada como poder poner un banco o una farola donde hacen falta, aunque siempre se diga despectivamente.

También creo que si una ciudad quiere salir adelante puede hacerlo hasta cierto punto por sus propios medios, y desde luego sí puede gastar bien sus dineros en cosas razonables y no en destrozar lugares hermosos para convertirlos en frías superficies "modernas" como la plaza de San Marcos por poner un ejemplo.

Lugo es una gran ciudad para vivir. Un sitio privilegiado con todo lo necesario para tener una vida placentera, tranquila, cómoda y, en definitiva, feliz. Pero no ejercemos de ello como ciudad porque aun teniendo lo fundamental nos faltan los detalles. Tenemos el patrimonio pero no su conservación. Tenemos el río pero no una playa en qué disfrutarlo. Tenemos parques empresariales pero no empresas en ellos…

La principal herramienta de una ciudad es también su destinataria: su gente. Los lucenses vivimos un momento de esplendor con la peatonalización del casco histórico en que parecía que íbamos a despegar por fin, a finales de los noventa. Pero fue un fogonazo intenso y breve que se apagó en cuanto el Ayuntamiento se dedicó a vender humo en vez de a trabajar en serio, y así estamos a día de hoy.

Si yo fuera Melchor hoy leería con atención las cartas de quienes piden que su ciudad mejore, que la gente reaccione y que acierte en el equilibrio entre querer buscar un cambio y lanzarse a los brazos de cualquier salvapatrias que se le ponga por delante.

Pero yo no soy Melchor, así que simplemente les cuento todo esto por si alguno le puede hacer llegar el recado.

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