viernes, 10 de abril de 2015

300 veces gracias

Llevaba poco más de un año con el blog “Historias desde Lugo” cuando Julio Giz me llamó y me preguntó si no me importaba que en Galicia Digital reprodujeran algún artículo de mi bitácora en su prestigiosa página web. Creo que no le dejé ni terminar la frase y ya le estaba diciendo que sí, y no solo eso, sino que para mí era, y sigue siendo, todo un honor.


Hoy, día en que se cumplen 300 de mis artículos recogidos en www.galiciadigital.com, quiero hacer un pequeño homenaje a una empresa que es mucho más que eso, ya que son unos amigos, unos difusores de la cultura y de Galicia, que me hacen el favor de divulgar muchos de mis textos entre personas realmente importantes del mundo de las letras y del pensamiento.

No quiero molestar a nadie, pero me van a permitir que me centre más en Julio y en su hijo Antonio, digno heredero de la saga familiar y cara actual de la empresa. Encima ha heredado un timbre de voz muy parecido al de su padre, y eso no hay dinero que lo pague.

Recuerdo a Julio de toda la vida. Nuestra generación tuvo la suerte de ser de los últimos que jugamos en la calle, y me pasé media niñez en “el cuadrado”, un espacio que está justo debajo de las oficinas de lo que entonces era “VideoLugo”, donde alquilábamos películas, primero en el sistema 2000 y después en VHS. Supongo que para mí es un recuerdo más agradable que para ellos, que nos tenían dando la tabarra debajo de su local tarde sí y tarde también. Julio y Carlos Rodríguez Arias, los que llevaban “VideoLugo”, soportaban con estoicidad los pelotazos ocasionales en sus ventanas y los caprichos de los niños que queríamos alquilar semana tras semana “Mi amigo el fantasma” o “Herbie”. De aquellos años vienen iniciativas como la Semana Internacional de Cine de Autor y diversas iniciativas pioneras que siguen manteniéndose, entre otras cosas, por la constancia y el tesón de personas como Julio Giz.

Pasaron los años y Videolugo dio lugar a Ophiusa y a Interdix Galicia, con una visión de futuro difícilmente entendible de aquella pero que se demostró exacta con los años.

Conocí bastante más a Julio en una campaña electoral, la del 2003, en que trabajamos juntos y lo pasamos muy bien al menos hasta que salieron los resultados, que fueron los que fueron y dejamos de pasarlo tan bien. Y últimamente la jubilación de Julio, que le ha dado algo que no se compra y que es tiempo, nos reúne ocasionalmente en actos de todo tipo y en actividades preferentemente culturales como no puede ser de otra forma en una persona que lleva décadas trabajando en ese ámbito como profesión y como pasión. Julio es un claro ejemplo de que la madurez es un momento que, si se aprovecha como se debe, permite hacer de todo: ejercer de orgulloso abuelo sin abandonar ni una sola de sus actividades intelectuales, que ahora viven un momento de gran esplendor, quizás el mejor, porque no tener que fichar ayuda a relajarse.

Mi relación con Antonio Giz, su hijo, es más breve por razones biológicas, pero no menos cordial. Otro “culo inquieto”, permítanme la expresión, que sigue los pasos de su familia y que ya sea desde su empresa o desde asociaciones de todo tipo (Amigos del Camino de Santiago, Lugo Monumental…) apoya firmemente todas y cada una de las propuestas que se le ponen delante y que puedan promover Lugo y a los lucenses.

Antonio puso a disposición de alguna de esas iniciativas (y lo sé, porque se la propuse yo) algo importantísimo, que casi nunca se valora y que ya mencioné en el caso de Julio: tiempo. Casi el único bien que no se puede comprar, vender ni recuperar. Y lo dedicó de forma altruista a través de su empresa para una actividad modesta pero que entendió que podría funcionar. Es de valorar que alguien ponga tu disposición su medio de vida a cambio de nada, y francamente, todo homenaje en ese sentido es poco.

Con estos mimbres, comprenderán que el cesto está bastante completo. El recibir una llamada de gente a la que aprecias y respetas para pedirte usar tus artículos en una web tan visitada y puntera es un orgullo del que intento no presumir aunque me cuesta, porque es un honor, y hoy utilizo esa manía que tenemos por los números redondos como excusa para agradecer a una empresa, a una familia, su constante trabajo y su amistad. Más no se puede pedir. Muchas gracias a todos.

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