martes, 26 de enero de 2016

Lugo instalado en el “dolce far niente”


Decir que Lugo está hecho unos zorros puede parecer exagerado, pero no está demasiado alejado de la realidad. El gobierno local está pero está poco, más interesado en ir en pandilla a Fitur a aplaudir a Pedro Sánchez que a hacer las cosas para las que les pagamos generosamente. Los líos heredados de Orozco siguen ahí, inasequibles al desaliento y agazapados esperando montar un cristo monumental en el momento más inesperado.

Lara Méndez no empezó con mal pie. Perecía que iba a conjurar los fantasmas del pasado cuando sacó adelante sorprendente y rápidamente la paralización de la ORA. Algunos quisimos ver un rayo de esperanza en esa medida, como si todos los desaguisados que estábamos viendo en los últimos años fueran a tomar el camino de la redención, pero no.

Seguimos igual, si no peor. Los concursos que estaban caducados y las empresas que estaban trabajando sin contrato siguen caducados y trabajando sin contrato respectivamente. A eso hay que añadir que las obras discutibles que se hacían se siguen haciendo, sin mover una coma en los proyectos, y que no hay nada nuevo bajo el sol, ninguna idea ni iniciativa que se pueda achacar al ya no tan novedoso equipo de gobierno, salvo cosas como la pista de hielo que probablemente acabará en el juzgado por la enorme cantidad de irregularidades que se cometieron.

También seguimos bastante igual en la oposición, donde el grupo mayoritario, que debería estar sacando oro de la mina que se le ha abierto con todos los líos que hay montados, anda perdido en sus propios ombligos. Probablemente tenga mucho que ver su jefe de filas, aparentemente en retirada y que solamente parece mantenerse esperando a ofrecer el puesto de portavoz municipal como moneda de cambio para seguir siendo diputado autonómico, donde se vive muy bien y se cobra mejor. El resto tampoco es que brillen demasiado con sus tareas de investigación y control al Gobierno.

Sí se ve una mayor actividad por parte de Lugonovo, si bien quizás pueda deberse a que los medios le hacen más caso por el morbo de ver que uno de los grupos responsables de la parálisis que vive la ciudad (la alcaldesa es alcaldesa gracias a ellos) tira piedras contra el tejado que ayudó a construir.

Por su parte, el BNG hace algo parecido a Lugonovo, haciendo propuestas a las que nadie en el Gobierno hace el más mínimo caso, y es que ya se sabe que si es de bien nacidos ser agradecidos, en política eso es de una inocencia que se acerca peligrosamente a la estulticia.

Nos quedan dos grupos, y empezaremos por el unipersonal, Izquierda Unida, escondida tras unas siglas que en este momento no recuerdo con seguridad pero que creo que son ACE. Carlos Portomeñe, que también empezó con bastantes energías y titulares, está tan desaparecido en combate como los demás.

Por último, Ciudadanos, con Olga Louzao a la cabeza, hace un trabajo razonable de control pero rezuma desbordamiento por todas partes. Están a lo que están, pero son solamente tres personas (dos concejales y un asesor) y no dan para tanto. Han acertado con lo de la pista de hielo, y si siguen la ídem quizás puedan acabar trincando a la concejala que incluso el propio Gobierno vería con buenos ojos que cayera en desgracia para sacársela de encima, si bien ha demostrado ser una superviviente nata.

Lugo está quieto, a la espera de un milagro, de la próxima campaña electoral o de sabe Dios lo qué. Más fondos europeos quizás.

El Gobierno parece estar aburrido de gobernar, como si hubieran hecho algo digno de mención en estos meses, y la oposición le sigue de cerca en esa desidia tan propia de las ciudades pequeñas como la nuestra, que los italianos han expresado con la gracia que solo ellos tienen para retratar la realidad más triste con elegancia: el “dolce far niente”.

Y lo peor es que no tiene visos de cambiar en próximas fechas.

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