lunes, 1 de febrero de 2016

¿Por qué no dejan a los niños tranquilos?

La utilización de los niños es algo que viene de viejo. El mundo del espectáculo es pródigo en este tipo de cosas, y ya se sabe que cualquier actor de renombre se niega a compartir pantalla con críos o con perros porque suelen acabar por absorber todo el protagonismo y eclipsar a quien se les ponga por delante. De ahí que los quieran usar, porque son jugosos para el público. Ya me entienden.

Por supuesto todo aquello que se considere trabajo está supuestamente limitado por el Estatuto de los Trabajadores para los menores de 16 años, y la protección del menor viene recogida en leyes como la orgánica 1/1996 de protección jurídica del menor (jamás habríamos pensado en un título semejante, a que no…). A pesar de todos estos ríos de tinta y la manía de legislar todo hasta la saciedad, no se ha logrado avanzar gran cosa para que los niños queden a salvo de la inconsciencia de los padres.

Recientemente tenemos varios casos. El primero, obviamente el menos peligroso para la criatura en cuestión, fue el tan comentado (incluido en este blog) uso de un bebé de escasos meses en el Congreso de los Diputados como punto de referencia para fotógrafos y tertulianos. Funcionó y la diputada Bescansa logró ser el centro de todas las miradas. Luego dejó el crío en manos de la cuidadora que habitualmente se encarga de ella los días que mamá no busca protagonismo.

Fran Rivera, un inconsciente, arriesgando a su niña
Por supuesto este asunto palidece al lado de la estupidez criminal de Francisco Rivera, el torero al que se le pasó por la cabeza la chorrada de ponerse a torear con su hija en brazos. Aquí ya no se trata de la integridad moral o del uso de la imagen de la criatura para lograr un voto, un titular o una foto sino de poner en peligro su vida. Como no podía ser de otra manera, en este país de pandereta no faltó quien saliera a defender la barbaridad, e incluso a imitarla, y los compañeros toreros de Rivera hicieron lo propio con sobrinos, hijos y demás familia.

Es increíble cómo se pueden hacer esas cosas y no solo seguir mirándose al espejo sino encima sacar pecho y en lugar de decir “la verdad es que no pensé que fuera un riesgo, pero tienen razón, no es lo más oportuno” ponerse chulo y defender lo hecho, aunque a todas luces sea una temeridad.

La fiscalía y el defensor del menor han intervenido, y aunque me temo que quedará en agua de borrajas han hecho muy bien en hacer pasar por el banquillo (o lo que sea en esta fase del procedimiento) al torero, por muy famoso que sea. Las comparaciones que hizo el “diestro” a la salida de fiscalía no ayudan, y se atrevió a comparar poner a la cría delante de un toro de 120 kilos con llevar a niños en bicicleta o bajar las escaleras con ellos en brazos.

El del cocodrilo. Otro que...
También tuvo la osadía de decir que hay casos “peores” como el cabrón que tiró a la niña de 15 meses desde un balcón, y en eso tiene razón pero no lo exime de culpa. Sería como si un pirómano que quema un edificio se pretendiera exculpar diciendo que hay cosas peores como quemar la Sierra de Guadarrama.

Tampoco le faltó ocasión de explicar que esto es un paso más en la persecución de la tauromaquia. Hay que ser memo. Si a Jorge Lorenzo se le ocurre llevar un bebé en la moto en un entrenamiento y lo criticamos, a nadie se le pasaría por la cabeza pensar que es un ataque al motociclismo, sino a un acto de un taladrado. Hay un conocido cazador de cocodrilos australiano que hico lo mismo con un bicho de esos delante, y criticarlo no es criticar la caza de cocodrilos, aunque a priori no es algo que me resulte especialmente atractivo la verdad.

El "Castell" en que se mató la cría
El problema con estos asuntos es buscar dónde está el límite. Destrozar la vida de un crío llevándolo de plató en plató de televisión para que cuente chistes verdes que no comprende pero que hacen reír mucho a la gente, o diciendo frases ingeniosas que le han hecho aprender para ser más simpático a la audiencia, es una forma de maltrato que le pasará factura tarde o temprano. Lógicamente no es comparable con poner a un crío en una situación de peligro físico, pero las tradiciones como los "castells" esos como el que se desmontó el otro día llevándose por delante a una niña de doce años no parecen lo más lógico desde fuera pero tienen más defensores aún que lo de Rivera.

Claro que hay peligro en el mundo, lo difícil es legislarlo. Dejar en manos de los padres el juicio de lo que sus hijos pueden hacer y lo que no parecería lo más normal, porque damos por sentado que son personas prudentes que buscan lo mejor para sus niños, pero vemos que hay de todo como en botica y es difícil trazar una línea. Lo del toro es evidente que habría que impedirlo, lo del Congreso también parece obvio que es un uso no adecuado del niño pero que tampoco le causa mayores males... pero ¿y lo del Castell? ¿Lo consideramos un accidente o es una imprudencia temeraria subir a la cría a esa altura? Y si decidimos prohibirlo, ¿también les decimos que no suban a tobogantes en parques acuáticos? ¿O que no se metan en el mar porque puede pasarles algo? ¿O que no anden por la calle por si les cae una teja en la cabeza? ¿Dónde está la línea divisoria?

Todos hemos vivido momentos de riesgo en nuestras vidas, y no soy defensor de esos papás que cuando ven un coche a trescientos metros pegan un grito que parece que el Orient Express se ha descarrilado y va contra sus niños. Sí, claro, de ahí a, conscientemente, meter a un crío delante de un toro (aunque “solamente” pese 120 kilos) hay un trecho pero el ejemplo del Castell pone las cosas algo más complicadas. Personalmente me declaro incapaz de trazar una frontera y creo que han de ser los padres los que tomen esa decisión, salvo casos extremos como lo del toro.

Lo que más me sorprende es que haya debate sobre esto último. Pensé que sería de sentido común.

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