jueves, 22 de junio de 2017

Los avances tecnológicos y la madre que los parió





La tecnología es algo maravilloso… cuando funciona bien… y cuando no nos toman el pelo porque en ocasiones parece que en vez de avanzar retrocedemos.

La vieja tele, era plana pero se escuchaba muy bien.
Durante la última tormenta se nos estropeó la televisión. Probablemente sea el electrodoméstico que más se echa en falta salvo en las olas de calor como la actual (ahí la nevera cobra protagonismo). Reconozcamos que estamos bastante enganchados a las pantallas.

Teníamos una Philips de hace unos años, una presunta antigualla que, como todas las cosas de cierta vejez, era tremendamente útil, y mi sorpresa cuando me pongo a mirar nuevos modelos, pensando que la tecnología me ofrecería maravillas antes inimaginables, es que han aumentado de tamaño pero han reducido muchas otras cosas.

Por ejemplo, ya no traen tantas opciones de conexión como antes. El euroconector de las narices, que era el súmmum de la modernidad ahora resulta que es una porquería que no sirve para nada, así que a ver cómo conecto en dos cochinas entradas de HDMI el DVD, la Wii, el disco duro externo, el chisme del TDT, el cacharro de Vodafone para ver Netflix, el PC y todos los demás artilugios que se han ido acumulando. Y eso que he jubilado el VHS porque hasta yo reconozco que está ligeramente desfasado… pero lo he guardado, no piensen que lo voy a tirar a ver si va a volver a ponerse de moda, como los vinilos que ahora son lo más. Esto va por temporadas y de hecho tengo puesta en la sala otra vez mi viejísima consola Atari de los 80, que tiene unos juegos de derribar avioncitos y hundir barcos que lo flipas. Bueno, vale, son bloques de colores pero la imaginación es el juego más completo.

Las teles ahora son enormes, planísimas e inteligentes (eso acojona un poco), pero el sonido es una auténtica porquería. Mi vieja Philips tenía un sonido maravilloso (y la anterior, que era de las de culo, ni les cuento) que te permitía ver una peli o escuchar un concierto nítidamente sin tener que darle mucha caña al volumen. Ahora es al revés, le das a toda pastilla hasta que resultan molestos la banda sonora y los efectos especiales (parece que tengas una galería de tiro en el pasillo)… pero los diálogos se oyen fatal. Suena como un teléfono de baquelita… lejos, lejos...

Pensé que era cosa de la configuración, que hoy es más difícil manejar un trasto de estos que sacarse una ingeniería en Teleco, así que estuve dando a todos los botones del mando y buscando en Google. Tras una larga investigación (si le llego a dedicar ese tiempo les podría decir quién mató a JFK) y mirar foros donde las verdades inmutables se esconden tras terribles faltas de ortografía que te hacen sangrar los ojos, deduzco que no es cosa mía ni de mi tele, que son todas así porque como son tan delgaditas (mi vieja Philips era plana, aunque no tanto, y se oía de vicio...) “no hay espacio para un buen sistema de sonido”. 

Sin la cosa esta, que por supuesto no incluyen,
la tele se oye como si estuviera al fondo de un estanque
¡Tócate las narices! Tanta tecnología y tanta historia y resulta que el engañoso precio de la tele (mucho más barato que antes, eso sí) es falso porque si no quieres provocarte una otitis crónica supurativa tienes que comprarte una “barra de sonido”, que es el nombre que le ponen porque “el altavoz que no pudimos meter a la tele aunque le hace falta, porque si lo hubiéramos hecho le teníamos que poner culo como en los años 80 y eso no queda pijo en la pared de tu casa, que te cargas el feng shui” quedaba largo en los folletos y quizás sea poco comercial.

Francamente, estoy por arreglar la vieja otra vez.

1 comentario:

  1. Pues imagínate como debe de sonar la nueva esa que se pega a la pared. Tan fina, tan fina a base de quitarle los altavoces, la fuente de alimentación, el sintonizador, etc. Es como desmontar una tele plana, quitarle lo que es la pantalla y ponerla a parte. Y todo el resto en otro lado.

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